Esa planta qué creció estando en interiores, esa que nunca ha sentido el sol calentar sus ramitas y la que jamás ha experimentado una lluvia rejuvenecedora se ha percatado que su destino solitario ya no tiene remedio. Jamás verá un arcoíris desde donde ella yace. Ninguna abeja se acercará a extraer su néctar.
Dicen que el humor repercute en que tan colorida pueda ser esta flor y con tanto agobio en sus pensamientos, esta lili se ha secado.
Pensó que al estar en estas circunstancias, sus encargados comprarían un remedio para arreglar su tallo pero nunca tomó en cuenta que al no ser más que una decoración, podrían encontrarle un reemplazo antes que su última hoja cayera.
Y así fue, no pasó mucho tiempo cuando la morada acabó arrumbada hasta el fondo de un bote de basura viendo a penas como las margaritas iluminaban la casa con su dulce olor y extravagantes colores. Las personas se acercan a ser conscientes de su aroma y para la flor seca abandonada es imposible evadir los pensamientos que llegan a su mente ¿en sus días joviales también fue admirada de esa manera? Claro que sí pues como siempre, lo nuevo atrae, seduce y emociona pero en cuanto nos acostumbramos a esa sensación pierde importancia. ¿Qué novedad hay en tonalidades que ya conocemos? ¿Pretendemos que escuchar el mismo chiste mil veces aún nos hará reír?
Tal vez la persona que adquirió esta planta vieja alguna vez notará su ausencia y se de cuenta que lo desconocido le parece ajeno pero también existe la posibilidad que sus recuerdos no lleguen a reconocer que ese florero alguna vez tuvo otro dueño.
Y es que la lili al parecer tenía el destino de llegar a una casa en la que su presencia sería notoria pero nunca apreciada. Tal vez nunca fue un ser vivo y su existencia se limitó a ser un objeto creado para en algún momento ser botado.
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