Borrador: amor, cosa tan rara

 

El amor es un juego para valientes que se atreven a darlo todo para terminar sin nada, para seres que saben cuál puede ser su peor final, pero también tienen presente que no puede ser tan malo como solo pensar en delirios de lo que se pudo conseguir si tan solo lo hubiese intentado. Por eso el amor entre más jóvenes, se vuelve algo más intenso. Porque no tienen una lista de derrotas o incluso si ya han pasado por un corazón roto, no olvidan ese nerviosismo que llega al alma y no les deja parar de sonreír. 

En alguna parte del mundo, existe una chica brillante llamada Ashley. No hace mucho tuve la oportunidad de hablar con ella, pero hasta ahora si me pidieran describirla, sé que no saldría algo malo de mi boca. 

Es una persona un poco distraída, pero muy graciosa. Energética y honrada. Puedo decir que un poco sobreprotectora, pero eso va de la mano con la importancia que ella les toma a las personas. Le gusta la música que le hace sentir como si flotara y creo que puede llegar a ser un poco masoquista al escuchar canciones que podrían hacer llorar a cualquier persona, pero ella lo toma con optimismo y cuando canta, cada palabra la exclama con su alma. Creo que es una forma de demostrar que sabe lo que está pasando en la canción, que lo ha sentido, pero que eso no hace al amor un sentimiento menos hermoso de lo que es. 

En otra parte del planeta, hay una chica llamada Ellie que se caracteriza por ser extrovertida y poseer una gran sonrisa. Tiene ese tipo de expresiones que te hace imposible dejar de prestarle atención. Cuando ríe es como si hiciera a los demás consientes de cómo fluye la sangre por las venas ¿Me explico? Simplemente es como si estuvieran soñando despiertos y cada uno de tus sentidos se hicieran más agudos. 

Este universo en el que ambas coincidieron y eclosionaron la existencia del cosmos. 

Cada momento en que la dulce chica habla y en el que Ashley no puede quitar la mirada de su boca más que para prestarle atención a sus dulces ojos debería ser pintado en un cuadro y armar una de las exposiciones más profundas que hayan sido presentadas. Porque en sus miradas es palpable el sentimiento de querer dar pasos para eliminar la distancia. Querer abrazarse y no sentir más que su aroma volverse uno solo. 

Ashley cada día se muestra más sonriente, ha empezado a apreciar hasta las gotas de lluvia que se detienen en el parabrisas del auto y ahora cada canción ya no la escucha de la misma manera, porque cada vez que la melodía pasa por sus oídos una chica con cabello oscuro le sonríe siendo consciente de lo hermosa que es y que el efecto de sus gestos tienen sobre Ashley. 

Cada vez que ambas hablan, es como si salieran del planeta y crearan uno para ellas solas. 

Y esa chica que pensó que su corazón tendría otro destino, ahora no piensa en otra cosa que entregarle suspiro a suspiro a Eli. Imaginarse qué pasaría si en medio de la plática se atreviera a tomar su delicada mano. En el fondo, Ellie no ha parado de pensar en Ashley. Ambas están en un juego en el que tiran una cuerda con la esperanza que la otra pueda verla y seguir el camino hasta encontrarse al final del laberinto. El juego que va por niveles en el que ambas están en el coqueteo indirecto. Cuando lanzan su jugada al instante sus sentidos se alteran y su cerebro envía reacciones llenas de nerviosismo que les hace retirar esa ficha en su tablero de ajedrez y volver a pensar en los riesgos de arriesgar un peón con tal de vencer al rey. 

La luna ve a Ashley y Ellie compartir las mismas noches sonriéndole a su celular y revisar sus conversaciones. Es la principal espectadora de cada tarde en la que ambas tienen el deseo de tomarse de la mano, pero ninguna está segura de la reacción probable de la otra. Es uno de sus momentos favoritos de la existencia; ver a los enamorados caer en una locura por la dificultad que implica el amor pero que como especie humana, seamos tan adictos a sentir. Es parte de nuestra naturaleza amar. Y darle este sentimiento a otro ser humano jamás puede ser digno de un castigo, así que desde la distancia la luna le murmura al sol que al día siguiente se atreva a detener los minutos y lograr que ambas sientan pasar el tiempo lento; todo esto solo para que las dos preciosas mujeres puedan amarse como si aún fueran dos pequeñas niñas y sean capaces de sentir su alma conectar con la otra por unos segundos más. 

Al final el único regalo que se nos puede dar a los amantes, es detener el tiempo para hacerlo nuestro. 

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